LOS PEDRUSCOS DEL CAMINO

Cuando llega la noche y hago balance sobre como me ha ido el día, tengo la sensación que desando lo andado, que no avanzo, y es que me encuentro con pedruscos que me impiden continuar, algunas veces por el calor y el esfuerzo que supone escalarlos, otras veces por la lluvia que hace resbaladiza la escalada, en cambio en otras ocasiones en las que insisto consigo bordearlos y continuar el camino, seguir por la vida con tranquilidad(la justa para pasar el día), pero no tardo en encontrarme y tropezar de nuevo con otro pedrusco, éste quizás mayor que el anterior. Ante mi empeño por ignorarlos caigo exhausta al final del día y estoy deseando conciliar el sueño para llegar al día siguiente fresca, descansada y con las ganas suficientes de descartar cualquier estorbo en mi camino diario por la vida, por lo cotidiano. Pero siempre, todos los días te encuentras con cualquier piedrecilla que te molesta una barbaridad y te entretiene lo suficiente como para desacelerar tu caminata.
He llegado a la conclusión de que estas piedras o pedruscos, depende mucho de tu estado de ánimo, no son más que las envidias de los demás, que se van amontonando, son los rencores que vas dejando y se acumulan de tal forma que son los otros los que tropiezan con ellos, porque los dueños de esos rencores, envidias, malos deseos, etc., no han sido capaces de encontrar en su cerebro el espacio suficiente como para reciclar lo malo, y simplemente lo descargan sobre el camino de alguien que tiene la paciencia suficiente como para entretenerse en bordear, escalar o simplemente quitarse la piedrecilla del zapato y seguir así su rumbo tranquilamente.
Moraleja: "Hay que andar siempre con el calzado adecuado"