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martes, 7 de mayo de 2013

AÑORANZA Y DESEO

En la desierta luz de mi imaginación, no dejo de viajar por mi infancia querida, recordando hoy entre otras cosas, mis carreras entre campos de trigo despuntando, bañados por el sol para más tarde, convertirse en un paisaje amarillento y pardo. Recordando también mi lucha entre los nidos de avispas quitándome algún que otro aguijón clavado, curada por mi madre o mi tía a "la vieja usanza", con unte de barro o con amoniaco, que calma el dolor y baja la inflamación. Recuerdo como me entretenía con el cielo, jugando a las formas   con las nubes, tirada entre los árboles, sobre la hierba , a través de ellas me evadía de cualquier rutina. Hoy de vez en cuando, sigo haciéndolo, pero ya no es lo mismo,ahora no tengo hierba para tumbarme y tengo que conformarme con jugar alzando la cabeza simplemente o a través de la ventanilla del coche, antes jugaba con mi hermano, ahora lo hago con mis hijos.
Hoy en día es prácticamente impensable que cualquier niño se tire a la hierba para jugar, ¡con lo que mancha! o que se acerque a un avispero, ¡con lo venenosas que son! y mucho menos correr por un trigal, ¡¿mami, que es eso?!!.
Añoro todo eso y mucho más, recuerdo con mucho cariño, como me iba con los mayores y les ayudaba en su trabajo, en el gallinero me dejaban siempre la hilera de abajo y los huevos más pequeños, mi preocupación por los pollitos y conejillos, a los que les echaba de comer, recuerdo un conejito en especial, Bugss, que le ví nacer y me encargaba personalmente de su cuidado, eso fue hasta que mi tía decidió que era hora de comérselo, ella claro, no sabía que era "mi Bugs", con toda naturalidad y harta de hacerlo, una mañana mi tía me pidió que la acompañase, yo la seguí, ella  escogió un conejo, en el último peldaño de la escalera, le dio  un tirón de cuello y el conejo dejó de vivir, hasta ese momento yo no me percaté de que era mi Bugs, mi tía me dijo: ¡sujeta de estas dos patas!, y yo no sé si por obediencia, o por inconsciencia lo hice sin rechistar, diciendo que había matado a mi conejito, claro está que no sabía que lo que iba a pasar después era aún peor, de otro tirón mi tía despellejó al animal, al mismo tiempo que a mí me empezaron a resbalar lágrimas por las mejillas, impactada por lo que acababa de ver, durante ese día, recuerdo que no hablé, ¡había matado a mi Bugsssss!!, ahora creo que aquello fue el principio de mi pérdida de inocencia. Con una similitud pasmosa de lo que sentí en esos instantes, se me fue escapando mi niñez.
Esto es hoy una anécdota de mi vida, impensable también, que les ocurra  a los niños de hoy en día, que ven conejos cuando van de visita a las "granjas escuelas".
Hoy, escribo esto sentada en el banco de un parque por el cual pasaba yo camino al colegio diariamente, no se parece en casi nada a como estaba antes, al igual que yo, tenemos algo en común; el parque y yo hemos ido adaptándonos a los años, yo he madurado, claro está, el tiene mil historias, yo alguna menos. Traía a mis hijos cuando eran pequeños, a que se columpiasen,  para que vieran las cigüeñas y sobre todo a que disfrutasen de la preciosa estampa de La Torre de Éboli, imperecedera y vigilante, testigo de todo nuestros cambios, de nuestros paseos y de todas las transformaciones del lugar. La miro ahora con otros ojos, con la certeza de cuán importante ha sido, un edificio con historia,  altiva y diría incluso que hasta orgullosa, pero si es así, es con motivos. Ha sobrevivido al medievo, a la guerra y a movimientos políticos de  antaño y actuales, pero ella no cambia, ahí sigue gallarda y bella, ¡adoro esto, mi pueblo, donde nací y viví con alegría tantos años, mi Pinto, que ayudó en cierta manera a formarme, aquí están mis raíces, los compañeros del colegio, los vecinos de siempre, los amigos, la familia, aquí está mi vida y sobre todo está la ilusión de volver algún día para quedarme en él, en mi PINTO QUERIDO!!

5 comentarios:

  1. Que bien que explicas cómo has vivido tu infancia y la perdida de inocencia al hacerte mayor, entiendo que la vida en Pinto ha debido de serte placentera y que la marcha ha sido onbligada.
    vuelve querida Ana cuando quieras, te estaremos esperando con los brazos abiertos, inclusive los Pinteños adoptados como yo que un día decidimos venirnos a vivir a este pueblo del sur.

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  2. ¡Gracias Raquel! sé que Pinto es un pueblo amable que acoge muy bien a todo el que llega,yo seré como el hijo pródigo o como el turrón que vuelve a casa..por Navidad.
    Lo que no sé, es qué Navidad, jajaja!!
    Besos!!
    Cuando te acuerdes te firmo el libro.

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  3. Nuestro Pinto... Muy bonito, Ana... ;)

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  4. Yo que estoy tan lejos de Pinto desde hace tantos años, tu escrito me ha devuelto gotitas de nostalgia. Escribes muy bien.

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  5. Que preciosidad, has traido con tu relato, de vuelta, recuerdos de mi niñez, mis conejitos...creo que dejé de comerlos desde que me tocó sujetar las patas....es increible cada frase, se perciben muchos sentimientos, gracias por compartirlo con nosotros....

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